lunes, diciembre 25

LOS GRADOS DE LA REALIDAD


(EL AGUA Y LA AGITACIÓN)


Las Tradiciones de culturas diversas son unánimes al afirmar que la existencia se “estratifica” en tres grados o niveles ---los loka de la Tradición budista---, que podríamos denominar, de inferior a superior: mundo material, mundo sutil o mental y mundo espiritual.

Estos mundos no se superponen, como pueden hacerlo el café, la crema y el whisky en un buen café irlandés, sino que se interpenetran y están ligados por una relación de causalidad: el mundo material es un efecto del mundo sutil, el cual, por consiguiente, es causa de este mundo material y efecto, a su vez, del mundo espiritual, que es causa de los dos anteriores y proviene de la Causa Primera.

Lo que podríamos denominar “grado de realidad” de estos tres mundos no es tampoco comparable: sólo el mundo espiritual sería “real” o próximo a la Realidad en términos absolutos, en tanto que los otros dos mundos serían “ilusorios”, no en tanto que carentes de cualquier realidad, sino como realidades relativas y condicionadas, que no tienen su causa en sí mismas y cuya “realidad”, por tanto, depende de otra realidad de orden superior.

Esos tres mundos, por otra parte, conforman dos grandes ámbitos: lo formal, es decir, sujeto a forma, y lo informal, no sujeto a forma, entendiendo por forma todo aquello susceptible de limitar y diferenciar. El mundo formal estaría integrado por el mundo material y la porción inferior del mundo sutil o mental. La porción superior del mundo sutil y el mundo espiritual integrarían el mundo informal.

La forma, en la medida en que limita, también diferencia y separa. La forma es la causa de la individualización. La individualidad, por consiguiente, sólo puede darse en el ámbito de la forma, es decir, en el mundo material y el sutil inferior. El “paso más allá de la forma” implica el acceso de la conciencia al mundo informal. Sólo superando la limitación de la forma, y por tanto la individualidad, se abre el acceso a lo espiritual.

Todo lo existente participa en alguna medida de esos tres mundos, de forma que no puede decirse que “algo” se sitúe estricta y únicamente en uno u otro de esos mundos, y que el paso de uno a otro signifique, por tanto, la exclusión de uno o de otro. Es la conciencia la que se “sitúa” en un nivel o en otro en función de sus limitaciones y condicionantes: es el alcance de la conciencia lo que puede ser limitado, no su “ámbito de actuación”, que no tiene límites.

Desde el punto de vista del individuo, la conciencia es su percepción subjetiva de la realidad. Es esa conciencia subjetiva la que viene limitada por los propios condicionantes de la individualidad. Desde el punto de vista de la Realidad, la Conciencia es la propia Realidad, pues en la Realidad absoluta todo es Uno. Objetividad y subjetividad son distinciones carentes de sentido cuando la separatividad se ha desvanecido. El dominio de lo objetivo y lo subjetivo es el dominio de la dualidad: la individualidad que se cree existente por sí misma y por tanto separada.

El hombre participa plenamente de los tres mundos, y es esa participación plena lo que lo convierte en cima de la Naturaleza y mediador entre el Cielo y la Tierra. Del mundo material tiene su cuerpo físico; del sutil su mente, y del espiritual su “alma superior” (la neshamah del judaísmo), a través de la cual participa de la Realidad incondicionada.

Desde el punto de vista de la realidad relativa y condicionada que es la nuestra, la visión de los tres mundos está, por así decirlo, “invertida”: para la conciencia subjetiva, el mundo material es la “esfera exterior” y más amplia, que “contiene” la esfera mental, la cual, a su vez, “contiene” el “núcleo” espiritual.

Desde el punto de vista de la Realidad incondicionada, es la “esfera” espiritual ilimitada la que “contiene” la pequeña “esfera” del mundo sutil, la cual “contiene” a su vez la ínfima “esfera” material.

Este cambio de perspectiva es el que permite comprender, o más bien intuir, la relación real entre los mundos, sin perder nunca de vista que no estamos hablando de tres realidades independientes, puesto que, si lo fueran, nos encontraríamos ante tres absolutos. La Realidad única es la incondicionada. Las realidades condicionadas no existen más que como reflejos: del mismo modo que el reflejo del sol en el agua, a pesar de “existir” de modo innegable, no tiene una existencia propia y separada de la fuente de luz que lo produce, que es en este ejemplo la verdadera realidad, así los mundos sutil y material son simples producciones y reflejos del espíritu, sin existencia propia fuera de él.

Puesto que la razón humana pertenece al mundo mental (sutil), su alcance se limita al ámbito de este mundo y al del que es su efecto: el mundo material, ambos condicionados. La razón es por ello insuficiente para comprender la Realidad, y el lenguaje, expresión de la razón, no puede describirla. Sólo la inteligencia del corazón de la que habla Schwaller de Lubicz, la “intuición espiritual” y supraracional, puede hacer llegar esa realidad a nuestra conciencia. Pero el “lenguaje” de esa inteligencia del corazón es el símbolo, la imagen que sugiere, nunca la palabra. Por ello debemos intentar valernos de los símbolos, de los que la naturaleza es pródiga, sin pretender en modo alguno una comprensión racional como la del que entiende un mecanismo, o la acción de una fuerza sobre un cuerpo, sino más bien un “chispazo” fulgurante de Realidad que despierta en nosotros ecos dormidos.

El agua es, junto al cielo, símbolo por excelencia, y su enseñanza puede guiarnos en este propósito. Imaginemos un inmenso tanque de agua, tan inmenso que sus límites no existen, y en el que el agua está en perfecto reposo, inmóvil y transparente. Esa inmovilidad pura llena por completo el espacio ilimitado. Esa es la imagen del espíritu.

Imaginemos ahora que una ínfima porción de esa inmovilidad inmensa se agita levemente, de modo que en el seno del agua se produce una vibración perceptible. Esa vibración, que no es otra cosa que agua, es el mundo sutil.

La vibración se propaga a través del elemento líquido y, en su hipotética superficie, produce ondulaciones distintas y separadamente identificables, esto es, individualizables, que son el equivalente de las formas materializadas.

Esas ondulaciones son efímeras, como lo es cualquier forma, y, salvo por la alteración que las produce, en nada son distintas del medio del que han surgido y en el que se reintegran tras su gloria momentánea.

En todo ello, la única realidad permanente es el agua. La forma, la individualidad, son el fenómeno, la agitación. En cuanto a Lo que produce esa agitación, está más allá de cualquier capacidad de comprensión, de cualquier lógica e incluso de cualquier ontología: es la esencia sobreontológica de la existencia, sobre la cual nada puede ser expresado.

La individualidad es pura agitación, puro fenómeno. Es en ese sentido que el hinduismo califica la existencia como “ilusoria”. No hay en ella nada de intrínseco que la diferencie realmente. Su diferenciación es totalmente extrínseca, aparente y fenomenal. Si la agitación se calma, toda separatividad se desvanece, y lo que queda es lo único que siempre hubo, hay y habrá; lo eterno, lo presente, lo inmutable: el agua.

La agitación nos “coagula” y produce en nosotros el sentido de separatividad. Alimentar la agitación es profundizar en la separación. Nuestra finalidad es sosegar esa agitación, apaciguar lo fenoménico para que, sin que nada pase realmente, sin que nada cambie, nuestra conciencia subjetiva sea Conciencia pura, totalidad sin límites.

Que cada uno reflexione sobre lo que en su vida contribuye a calmar o a excitar la agitación. Es la referencia segura, la guía infalible, la norma incuestionable sobre la dirección a tomar en cada intersección del camino.





La Realidad es un océano de Conciencia sin límites, inmutable y beatífica.

lunes, diciembre 18

"Cortar es crear"

RONALD SUBLON
Médico, psicoanalista y teólogo

JESÚS Y SATÁN

¡No todos los días hablas con un sabio genuino! Pese a su sonrisa y mansedumbre, Sublon impresiona en cuanto rompe a hablar: su charla trenza con brío psicología, teología, física, historia, fisiología, cosmología, lingüística, etimología... Temo que haya matices y sutilezas que se me escapen... Me señala que Jesucristo tilda de "Satán" a un Pedro que lo ve como mesías político. Le pregunto por el resurgir del fanatismo religioso: "El fanatismo es una patología de la búsqueda de identidad", concluye. Hubiese escuchado a Sublon durante horas, pero él tenía que impartir una conferencia sobre Freud y religión en el Institut Français, en el marco de este año Freud, celebración del 150. º aniversario del nacimiento del descubridor del inconsciente, ese magma que nos transporta.


Tengo 72 años, nací en Alsacia y vivo en Estrasburgo. Soy médico, psicoanalista y teólogo. He sido profesor de Anatomía en la facultad de Medicina de Estrasburgo y soy profesor emérito de Ética en la facultad Católica de Teología de la Universidad March-Bloch de Estrasburgo. Soy sacerdote, soy célibe, soy anarquista y soy cristiano

- ¿Freud creía en Dios?

- Freud se declaró ateo. Él mismo escribió que era un judío gottlos, un judío huérfano de Dios.

- ¿Ser judío influyó en su obra?

- Su abuelo materno fue rabino. Su familia era piadosa, de la tradición hasídica, iniciada en la cábala.

- ¿Qué hay de cábala en el psicoanálisis?

- La cábala cifra y descifra mensajes divinos, ¡y Freud se aplicó a descifrar lo oculto, el inconsciente...!

- ¿Puedo deducir que inconsciente = Dios?

- Yo no se lo rebatiré... ¡Todo lo predicable de Dios es predicable del inconsciente!

- A saber.

- El inconsciente no conoce el tiempo (igual que Dios, que es eterno), no conoce la contradicción (igual que Dios, que es cada cosa y su contraria), y así sucesivamente...

- Así, desde Freud, Dios está en mí.

- Lacan dijo que la formulación más radical del ateísmo no es decir que Dios ha muerto, sino que Dios es el inconsciente...

- Es usted a la vez sacerdote y psicoanalista: ¿no hay conflicto, padre?

- No lo hay. Pero no me llame padre. En el Evangelio, Jesús prohíbe llamar "padre" a nadie. La Iglesia desobedeció esa interdicción por instinto de poder, de jerarquía: y por eso tenemos Papa...

- Perdone, pero ¿cree usted en Dios o no?

- Digo, como santo Tomás de Aquino: "Lo que uno sabe, no lo cree; lo que cree, no lo sabe". A eso Wilson, jocoso, ha comentado que "Tomás de Aquino no creía en la existencia de Dios... porque la demostró, y creía en la Trinidad... porque es indemostrable".

- ¿Por qué Freud diagnosticó que la religión es la neurosis obsesiva de la humanidad?

- Porque explicó la religión igual que la neurosis: usando el mito de Edipo, héroe que mata al padre y se acuesta con la madre.

- ¿Qué relaciona a la religión con ese mito?

- El padre, fuerte, tiene a todas las mujeres. Por ello los hijos le odian y, para acceder a las hembras, lo matan. Ya muerto el padre, lo divinizan. Y es esa ambivalencia amorodio la que constituye la neurosis.

- Y ya tenemos Dios.

- ¡Un padre-Dios!: ése es el Dios del judaísmo, religión del Padre. El cristianismo desplazará al Padre y será religión del Hijo. Eso sembró un caos fabuloso en aquel rígido orden establecido: ¡por eso soy cristiano!

- ¿Por qué?

- Porque san Pablo resquebrajó la cerrada jerarquía de los sacerdotes mosaicos, asesinos de Jesús: ¡frente al Dios tribal judío, promovió al Dios universal cristiano!

- Con un notable éxito... Pero el viejo Dios judío quedó, al fin, como Padre de Jesús...

- No: ¡uno es hijo de lo que lee! Y Jesús lee las Escrituras: ¡las Escrituras son su Padre! Jesús no deja nada escrito, sólo es lector.

- Jesús como lector: es interesante...

- El término religión puede derivarse tanto de religare (religar) como de relegere (releer). Y este doble sentido se cumple a la perfección en los judíos de la diáspora: ¡es la lectura de las Escrituras lo que mantiene religado al pueblo judío, pueblo del Libro!

- Bien visto, sí señor.

- Y leer es como hacer el amor: no ves el día de decir "basta". El amor siempre renace. Y no acabas de leer porque las lecturas, las interpretaciones, no se acaban nunca.

- Excepto si acaba por imponerse un integrismo, un dogmatismo: una sola lectura.

- Ah, entonces la religión se degrada en secta idolátrica. Y esa deriva amenaza a toda religión..., incluida la católica.

- Por no hablar de las sectas psicoanalíticas, ¿verdad?

- Cierto: ¡son más que las sectas protestantes! Ha habido una escolástica psicoanalítica,pugnas por crear teorías cerradas e irreformables: ¡idolatrías!, ¡el mismo error!

- ¿Cómo sortear la tentación inmovilista?

- No cerrando nunca un sistema, dejándolo siempre abierto a relecturas. El antídoto al sectarismo es, siempre, tomarse el trabajo (que deriva de trepalium:tortura) de leer y leer, releer, interpretar, reinterpretar...

- El psicoanálisis freudiano ¿es más religión, ciencia o arte?

- Sostenía Popper que, al no ser falseables sus postulados, no puede ser considerado científico. ¿Arte? Lo es en cierto sentido: en el de que es una técnica, un método...

- Una prueba: ¿qué sentido psicoanalítico tiene la circuncisión entre los judíos?

- El prepucio tiene algo de vagina, perturba la rotunda virilidad del bálano oculto: por eso se elimina, escinde, corta. Además, eso del corte simboliza algo fundamental.

- ¿Qué expresa?

- Todo corte expresa "alianza", y por eso Abraham se disponía a "cortar" a su hijo para sellar su alianza con Yahvé. Porque en el corte se articulan los contrarios, ¡el corte es la estructura misma de todo lo creado!

- No acabo de verlo...

- Sí, recuerde el Génesis: ¿qué hace Dios en la creación? ¡Corta, escinde, criba, distingue, separa! Separa la luz de las tinieblas, los cielos de las aguas, las aves de los peces, las aguas de la tierra, el hombre del animal...

- Crear, pues, ¿implica cortar?

- Sí, la vida es corte, todo lo creado se funda en el corte, la secesión. Y ahora fíjese en el verbo escribir:deriva del verbo skribh,¡que justamente significa cortar, cribar!

- Me paso la vida escribiendo y no lo sabía.

- Así, escribir es cortar, es crear. La palabra criba: ¡la palabra crea! Y Abram sella su alianza con Dios cortando su nombre con una "h", letra del aliento: ¡Abraham! Yel corte hecho justamente en el órgano generador, el pene, simboliza todo esto: la alianza del hombre con su Creador.

VÍCTOR-M. AMELA - 18/12/2006





martes, diciembre 5

El concepto de élite

Decía un gran pensador universal del siglo XX que el mundo evoluciona desde la calidad hacia la cantidad, y que ahora nos hallamos instalados en el Reino de la Cantidad, apurando el fondo de la copa, dando vida a todas aquellas posibilidades que, por serlo, deben manifestarse antes de que el ánfora del tiempo se vacíe.

Y las posibilidades del fondo de la copa son, en gran medida, las de la perversión, porque en cierto modo la cantidad no es sólo la antítesis de la calidad, sino también su perversión.

Todas las ideas se pervierten al llegar al fondo de la copa. La igualdad se convierte en sombría uniformidad; la tolerancia deviene indiferencia ante el error; se llama libertad a la falta de respeto y la fraternidad adquiere connotaciones de complicidad. El sentimentalismo se apropia de la espiritualidad, y la capacidad de relación del hombre con el mundo queda limitada al alcance de sus cinco sentidos. La razón, desconectada del Intelecto, es como un ganso decapitado que corre en círculos, todavía con vida pero ya muerto.

Y en esta danza final del ganso decapitado, también el concepto de élite se ha pervertido. Y esto es algo que no nos puede dejar indiferentes, puesto que pretendemos ser una élite. Y tal ha sido la perversión de este concepto, que habrá entre nosotros quien se sentirá violentado ante su sola mención, quien experimentará un íntimo sobrecogimiento de repulsión ante el mero sonido de esta palabra.

Y tal sobrecogimiento puede obedecer a dos motivos: a que quien lo experimente se halle de tal modo minado por la uniformidad, que su mundo se haya convertido en plano, que haya perdido de vista el Orden jerárquico del Universo, rebelándose su mente contra cualquier reminiscencia de este Orden, como el animal herido se revuelve contra quien se acerca a socorrerlo. O bien, en el mejor de los casos, a que el alma, sin haber olvidado la naturaleza de las cosas, no puede evitar manifestar su repulsión por el mal uso que hace el hombre de los dones que le han sido concedidos y, concretamente, por aquello en lo que el hombre ha convertido el concepto de élite.

En el primer caso, sería bueno que tal persona se plantease íntimamente qué sentido tiene vivir en tal contradicción, aborreciendo el Orden y pretendiendo al mismo tiempo formar parte de una de sus manifestaciones.

En el segundo caso, puede ser de provecho profundizar en la reflexión sobre el abismo que existe entre una idea y su perversión.

La idea de élite nos sugiere hoy, en una primera aproximación, el concepto de poder: poder económico, poder político o ambos entremezclados. Y este poder conlleva posesión y disfrute de una sobreabundancia de bienes materiales. La élite, según este concepto pervertido, está formada por aquellos que poseen y disfrutan de más y mejores bienes, como consecuencia del poder que ostentan.

Sin embargo, la única y legítima élite natural es la de orden intelectual. E incluso aquí ha llegado el poder de perversión del Reino de la Cantidad, puesto que incluso los que aceptan tal premisa caen frecuentemente en el error de confundir el intelecto con minúscula, el ámbito de la razón humana, del ego individual, con el Intelecto con mayúscula, puro y transpersonal, que no pertenece a ningún individuo y del que nadie puede apropiarse, que permite tan sólo a quien se acerque a él con suficiente humildad como para estar dispuesto a diluir su individualidad, participar de él en alguna medida.

El Intelecto no es un atributo humano, sino aquello en el límite del hombre, en su fondo más secreto, que lo ata a lo Universal.

Se da también, por consiguiente, otra pseudo-élite, y tal vez ésta más peligrosa que la perversión grosera del poder y la posesión. Es la pseudo-élite de aquellos que, aceptando la premisa de que toda élite real es de orden intelectual, conciben el Intelecto como una propiedad individual, como algo a lo que el individuo tiene acceso por mérito propio y de lo cual se puede apropiar. Esta forma de concebir el Intelecto lleva inevitablemente al orgullo, que es la peor perversión y la máxima expresión de separatividad entre el ego y su Principio, el origen de todo mal.

Una pseudo-élite intelectual de estas características lleva la marca de la negación, del “non serviam” orgulloso del ángel caído, y personifica la obra magistral del Gran Negador.

Más nos valiera en este caso ser ignorantes y humildes, acomodarnos a la fe sencilla y limitarnos a hacer el bien según los Mandamientos, pues así no propagaríamos la obra de inversión en que pueden convertirse nuestros templos si dejamos que tal cosa suceda.

Tenemos en nuestras manos un instrumento poderoso, y todo instrumento poderoso es un arma de doble filo: bien usado, da la vida; mal usado, es causa de muerte.

Se dice, hablando de la virtud, que es su carencia lo único que pertenece al hombre, siendo la virtud en sí un atributo divino del cual al hombre le es dado participar. El virtuoso, por tanto, no debe considerarse poseedor de virtud alguna, sino únicamente aliviado de su carencia por la Misericordia Divina. Por ello, el hombre virtuoso es necesariamente humilde y, en su humildad, expande la obra de la Misericordia.

Lo mismo cabe decir del Conocimiento. Sólo pertenece al hombre la ignorancia, de la que puede verse aliviado e incluso rescatado por la Providencia Divina y por su actitud de aceptación y adecuación a tal Providencia.

El hombre falsamente intelectual se siente superior a los demás, se siente poseedor de algo de lo que los demás carecen. Desprecia al humilde, menosprecia la fe sencilla que busca acomodo en la Iglesia y en el cumplimiento de la Ley. Se siente dispensado de obligaciones tales como la oración y la participación en los ritos comunes de los fieles, y expande su mal entre las mentes débiles que tienden a la autocomplacencia.

Se convierte, por tanto, en aliado objetivo de la obra de perversión que aleja al hombre de su Destino.

¿En qué clase de élite nos estamos convirtiendo? ¿En la única que puede legítimamente usar tal nombre, basada en la conformidad con la obra de la Misericordia Divina que alivia nuestra ignorancia, o tal vez en la que se apropia indebidamente de ese nombre para propagar la obra de inversión del Reino de la Cantidad?

¿Qué estamos haciendo con nuestra Orden? ¿Por qué camino la estamos conduciendo? ¿Hacia qué meta guiamos a los que se nos unen y depositan en nosotros su confianza? ¿Merecemos tal confianza?

Son preguntas que cada uno debe contestarse en su intimidad, tras considerar si el peso de los fastos y oropeles no ahoga el mensaje sencillo y al tiempo grandioso que pretendemos transmitir.

Si la respuesta que encontramos en el fondo de nuestro corazón está lejos de satisfacernos, tal vez sería útil que cada uno de nosotros fortaleciese su fe y su entendimiento a través de los medios que han sido puestos a nuestro alcance -la oración, la sagrada liturgia y el cumplimiento de la Ley-, antes de volver a encaminarnos por sendas que requieren fortaleza en la fe y en el entendimiento. Si no lo hiciésemos, estaríamos engañándonos a nosotros mismos y a los que pretendemos guiar, como hermanos mayores, por tal camino.

domingo, noviembre 26

Maestros Tradicionales


Una vez finalizadas las I Jornadas de las Tradiciones Espirituales del Mundo en Andalucía, (Sevilla, del 23 al 26 de noviembre) darán comienzo las II Jornadas de las Tradiciones del Mundo en Cataluña (Barcelona, del 27 de noviembre al 1 de diciembre)

Estas jornadas son una oportunidad excepcional para acercarse a la sabiduría de las diferentes tradiciones del mundo de la mano de los maestros tradicionales que han recibido estas enseñanzas de forma continuada desde la antigüedad. Son una puerta abierta para tomar conciencia de una alternativa a lo presente.

Bajo el formato de Mesas Redondas, los Maestros de las Tradiciones ofrecerán sus respuestas a las siguientes cuestiones:


- Lunes, 27. La pobreza: ¿sólo material?
- Martes 28: El medio ambiente: ¿sólo recursos y paisajes?
- Miércoles, 29: Mujer: ¿sólo diferencias de género?
- Jueves, 30: Paz: ¿sólo intercambios sin violencia?
- Viernes, 1: La inmigración: ¿sólo extranjeros?

MAESTRS PARTICIPANTES:

· k.D. Tripathi (India): Maestro de la Tradición Hindú del Shivaismo del Cachimir.
· Faouzi Skali (Marruecos) Tariqua Sufi Marroquina Quadiriya Buchichiya.
· Mbombog Bamot-Baso (Camerún), Rey y Sacerdote Basar, antigua tradición Negro-Africana.
· Daniel ben Itzjak (Jerusalem): Rabino de tradición judía ortodoxa clásica.
· Daniel Maribur (Chile): Maestro de las tradiciones Mapuches.
· Thubten Wangchen (Tibet):. Lama del Monasterio de Namgyal, Monasterio privado del Dalai Lama.
· Berta Meneses: Maestra Zen de la escuela Sambo-Kyodan de Kamakura (Japón) y del Zendo-Betania de España.
· Xavier Morlans: Sacerdote católico de la Diócesis de Barcelona.

Diariamente, antes de comenzar los Diálogos, se interpretarán canciones tradicionales de cada una de las culturas representadas en las Mesas. La actuación correrá a cargo de Rosa Zaragoza y su grupo

Horario : de 18:30 a las 21:45 horas
Lugar: Casa Àsia (Av Diagonal 373, Barcelona)

Entrada: gratuita

Organizan: * Associació Tahüll .* Plural 21. *Proyecto Ávalon-Iniciativa para una Cultura de Paz.

jueves, noviembre 23

Orden natural vs. orden sobrenatural

Ni el orden sobrenatural ni el orden natural son un equilibrio entrópico, sino un equilibrio jerárquico. Ninguno de ellos elimina las tensiones ni las oposiciones; por el contrario, las “mantienen” de forma permanente, puesto que son el efecto de la presencia del Espíritu y, por ello, escapan a la degradación de todo sistema físico. Esos órdenes no se caracterizan por la uniformidad, sino por la diferencia; no por la homogeneidad de sus elementos, sino por su heterogeneidad cualitativa. Constituyen sin embargo un orden por el hecho de estar sometidos a un principio de unidad, es decir, por el hecho de ser ese principio transcendente con relación a la totalidad de los elementos que comprende y domina. Pero los elementos en sí mismos conservan su propiedad y siguen distinguiéndose unos de otros por su diversidad cualitativa, es decir, en el fondo, por su naturaleza. Dicho de otro modo, tal orden, para ser un orden, no necesita comprender elementos idénticos; su unidad no resulta de la naturaleza de sus elementos (no es un resultado), sino que es un principio de jerarquización de todos los elementos, los unos con relación a los otros, por lo cual ese orden es verdaderamente un orden, es decir, un sistema coherente de relaciones que predomina sobre los elementos que religa.

El orden entrópico es exactamente inverso respecto del orden verdadero; merece más bien el apelativo de desorden. Para constituir un “conjunto”, es necesario que sus elementos sean tan idénticos como sea posible, y que sólo se diferencien entre ellos por el número. Este supuesto no se realiza mas que en la noción matemática de conjunto, lo cual muestra que se trata en este caso del grado más bajo de unidad. En un conjunto tal, las relaciones que articulan los distintos elementos entre sí son inexistentes, su cohesión recíproca es casi nula; se trata realmente de una caricatura de la unidad; es más, se trata de su rigurosa inversión. Al encontrarse cada elemento en el mismo nivel energético que los demás, no puede intercambiar nada con ellos. Apenas es posible distinguir los elementos entre sí.


JEAN BORELLA
LA CHARITÉ PROFANÉE – Subversion de l’âme chrétienne
ÉDITIONS DU CÈDRE – Paris, 1979

viernes, noviembre 17

el modo como la gente mira

«el problema es insoluble. el cuerpo está uncido al cerebro. la belleza cogida de la mano con la estupidez. allí estaba ella contemplando el fuego como había contemplado el tarro roto de la mostaza. a pesar de defender la indecencia, jacob dudaba de que le gustase así, en crudo. se sentía impulsado violentamente, de nuevo, hacia la sociedad masculina, las estancias recluidas y las obras de los clásicos; y estaba presto a volverse airado contra quienquiera que hubiera modelado la vida de esa suerte.
entonces florinda le puso la mano sobre la rodilla.
a fin de cuentas, no tenía ella la culpa. más el pensamiento le entristecía. no son catástrofes, crímenes, muertes y enfermedades lo que nos avejenta y mata; es el modo como la gente mira y ríe y trepa por los peldaños de los autobuses.
no obstante, cualquier excusa sirve para una mujer estúpida.
pero cuando ella le miró, muda, adivinando a medias, comprendiendo a medias, disculpándose acaso, diciendo de todos modos lo que había dicho él, “no tengo yo la culpa”, con su cuerpo hermoso y erecto, el rostro como una concha bajo su gorrito…, entonces supo él que la reclusión y los clásicos eran absolutamente inútiles. el problema era insoluble».


– de el cuarto de jacob
virgina woolf
En vivapensiero

EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO

FEUERBACH Y NIETZSCHE

Un trágico malentendido

(...) “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza” (...) Razón, libertad, inmortalidad, dominio sobre la naturaleza: prerrogativas divinas en su origen que Dios comunica a su criatura y que hace irradiar sobre su rostro. Establecido el hombre desde el principio como imagen de Dios, cada una de esas prerrogativas debe desarrollarse acto seguido hasta completar en él la divina semejanza (...) Es el “macrocosmo” lo que está contenido en ese aparente “microcosmo”... In parvo magnus (...)

Sin duda el hombre (...) surge de la animalidad (...) Sin duda el hombre es también pecador (...) Esa humildad de sus orígenes carnales no obstaculiza en absoluto la sublimidad de su vocación, y todas las taras que pueden resultar del pecado no impiden tampoco que esa vocación permanezca como principio de una grandeza inalienable (...)

Esas verdades elementales de nuestra fe que nos parecen hoy banales (...) introdujeron en el alma antigua una conmoción tal que apenas podemos imaginarla (...) El hombre fue liberado, a sus propios ojos, de la esclavitud ontológica que hacía pesar sobre él el Destino. Los astros, en su curso inmutable, dejaron de regular implacablemente nuestros destinos (...) Los innumerables Poderes –dioses, genios o demonios – que oprimían la vida humana con la red de sus voluntades tiránicas, pesando sobre el alma con todos sus terrores, he aquí que cayeron reducidos a polvo, y el principio sagrado que se había extraviado en ellos volvió a encontrarse, unificado, purificado y sublimado, en un Dios liberador. No era sólo una pequeña élite la que podía esperar, gracias a alguna evasión secreta, romper el círculo fatal: era la humanidad entera la que, en su noche, se encontraba de repente iluminada y tomaba conciencia de su libertad real (...)

Pero si remontamos el transcurso de los siglos hasta llegar al alba de los “tiempos modernos”, realizamos un extraño descubrimiento. He aquí que entonces, esa misma idea cristiana del hombre, que había sido acogida como una liberación, comienza a ser experimentada como un yugo. He aquí que ese mismo Dios, en quien el hombre había aprendido a ver el sello de su propia grandeza, comienza a ser percibido por él como un antagonista, como el adversario de su dignidad (...) Las causas históricas de ese fenómeno son numerosas y complejas, pero el hecho está ahí, simple y masivo (...) Un día el hombre se puso a creer que no podría ya estimarse a sí mismo y que no podría desarrollarse en libertad más que si rompía ante todo con la Iglesia, y a continuación con el propio Ser trascendente del que la tradición cristiana le hacía depender (...) El hombre elimina a Dios para entrar él mismo en posesión de la grandeza humana que considera indebidamente detentada por otro. En Dios derriba un obstáculo para conquistar su libertad.

(...) Es la gran crisis de los tiempos modernos, la misma en la cual nos encontramos hoy sumidos, la que se manifiesta en el desorden, la que engendra las tiranías y los crímenes colectivos, la que se traduce en fuego, ruinas y sangre.

Feuerbach y la ilusión religiosa

(...) Ludwig Feuerbach constituye el vínculo de unión entre la gran corriente especulativa que fue el idealismo alemán y la gran corriente de pensamiento y de acción revolucionarios que debía ser su principal, si no su más legítimo, heredero (...) Es el “transformador” gracias al cual Hegel vuelve a encontrarse en Marx, al mismo tiempo reencontrado y continuado (...) Trata de rendir cuentas psicológicamente de la ilusión religiosa en general, o, como él mismo dice, de encontrar en la antropología el secreto de la teología (...): Dios no es más que un mito en el que se expresan las aspiraciones de la conciencia humana (...)

Para explicar el mecanismo de esta “teogonía”, Feuerbach recurre al concepto hegeliano de alienación (...) La alienación, según él, representa para el hombre el hecho de encontrarse “desposeído de algo que le pertenece por esencia, en provecho de una realidad ilusoria”. Sabiduría, voluntad, justicia, amor: atributos infinitos que constituyen el ser propio del hombre y que le afectan sin embargo “como si fuera otro ser”. Los proyecta pues espontáneamente fuera de él mismo, los objetiva en un sujeto fantástico, puro producto de su imaginación, al cual da el nombre de Dios. De este modo se encuentra él mismo frustrado (...)

Tal proceso (...) constituye, según el ritmo hegeliano, el segundo momento de la dialéctica, la fase de negación o de antítesis, que es el medio necesario para llegar a la síntesis, en la que el hombre debe entrar nuevamente en posesión de su esencia enriquecida (...) Tras el movimiento de sístole religiosa, por el cual el hombre se rechaza a sí mismo, le es necesario ahora, por un movimiento de diástole, “retomar en su corazón ese ser que había rechazado” (...) El reino del hombre ha llegado (...) El momento decisivo de la historia será aquél en que el hombre tome conciencia de que el único Dios del hombre es el propio hombre. Homo homini deus (...) Feuerbach cree, en efecto, que la esencia humana, con sus prerrogativas adorables, no reside en el individuo considerado aisladamente, sino sólo en la comunidad, en el ser colectivo (...) “La distinción entre lo humano y lo divino no es otra cosa que la distinción entre el individuo y la humanidad” (...)
(...)
(...) La impresión experimentada (en ese momento de la historia) era la de algo definitivo, la de una revelación perfectamente clara, como si las vendas cayeran de todos los ojos, la de un punto final puesto a discusiones milenarias que de repente dejan de tener sentido, la del final de la ilusión de la creencia religiosa y de las aventuras de la especulación idealista. La solución del problema humano había sido encontrada: no había nada que buscar más allá.

(...) Desde 1843, Bakunin, refugiado entonces en Suiza, explicará que el comunismo no es más que la realización en el dominio social del humanismo de Feuerbach (...) En las generaciones siguientes, Tchernichevski, el principal de los precursores del comunismo ruso, se considerará como perteneciente a la misma escuela y reconocerá en Feuerbach al primero de sus “grandes maestros occidentales”. Pero el discípulo que eclipsa a todos los demás es Karl Marx.
(...)
(...) Marx no dejará ciertamente de criticar la doctrina de Feuerbach, pero no será para ponerla en modo alguno en cuestión, sino solamente para declararla incompleta, demasiado vaga, demasiado abstracta todavía. Le reprochará el hecho de hacer de la alienación religiosa un acto de algún modo metafísico, en vez de explicarlo más positivamente, como un hecho sociológico (...) De este modo despojará la esencia humana del halo místico del que Feuerbach la mantenía rodeada. Pronto todo parecerá borrarse, en su pensamiento, ante la técnica de la economía y la táctica de la lucha de clases (...)

También para él “es el hombre quien hace la religión, no la religión la que hace al hombre” (...) La lucha que debe desarrollarse contra la religión será, pues, una “lucha contra este mundo”, contra “este mundo pervertido del que la religión es el aroma espiritual” (...) Pero para que el hombre sea un día liberado de la ilusión mística y de todos los males que comporta, Marx piensa que es necesario transformar la sociedad, porque es la mala organización social lo que constituye la verdadera causa de la creencia y por consiguiente de la alienación humana (...)

(...) La doctrina de Marx, que no será nunca un vulgar naturalismo, se preocupará siempre por la existencia espiritual del hombre tanto como por su vida material. Su comunismo se presentará como la única realización concreta del humanismo; se afirmará muy conscientemente como una solución total aportada al problema humano total; pasando a la realidad de las cosas, no pretenderá solamente representar un fenómeno social, sino también un fenómeno espiritual (...) “La religión de los trabajadores no tiene Dios –escribirá Marx –, puesto que busca restaurar la divinidad del hombre.”

CARDINAL HENRI DE LUBAC: LE DRAME DE L’HUMANISME ATHÉE
Oeuvres complètes II; LES ÉDITIONS DU CERF – PARIS 2000