jueves, mayo 18

ORDO AB CHAO (1º entrega)

Charles-André Gilis






ORDO AB CHAO

La Francmasonería a la luz del Profeta







NOTA LIMINAR




En los textos que hemos publicado sobre la “Santa Égida” hemos mostrado que la leyenda de Saint Gilles contenía, según la expresión utilizada por Denys Roman, “una transmisión capital para la Orden masónica” en relación con “los misterios del «Santo Imperio». Esta transmisión se apoyaba en el simbolismo del “Escudo Protector”, ligado a las tradiciones hermética y pitagórica. Tras las críticas que se nos han dirigido, hemos subrayado que Saint Gilles no había sido más que una manifestación entre otras de la función polar representada por este arma providencial, y a indicar que la “serpiente primordial” estaba constantemente asociado con ella. En estas condiciones, nos parece significativo que entre las “insignias” distintivas de los Soberanos Grandes Inspectores Generales (grado 33 de la Masonería escocesa), figura, en la “Gran condecoración de la Orden”, un escudo alrededor del cual, según la descripción de M. Jean-Pierre Bayard, “hay una banderola azul que lleva, en letras de oro, la inscripción latina ORDO AB CHAO. Dicha banderola está contenida dentro de un doble círculo formado por dos serpientes de oro, cada una de las cuales tiene su cola entre los dientes”. Estas indicaciones sugieren un complementarismo entre la función de Saint Gilles, establecer un orden tradicional en Occidente, y la significación eminente que la divisa masónica confiere a este grado. Es por ello que la hemos adoptado como título de este estudio, que se propone examinar como la Orden masónica es vista por el esoterismo islámico.


I

ACTUALIDAD DE LA FRANCMASONERÍA



La Francmasonería es una organización iniciática que procede de la Sabiduría divina (hikma), No tiene origen histórico conocido, y vehicula una influencia espiritual que remonta al origen de los tiempos. Ligada, bajo su forma operativa, al ejercicio de un oficio, ha subsistido hasta nuestros días bajo una modalidad especulativa que se impuso a partir del siglo XVIII. A pesar de esta aminoración, sigue dispensando una vinculación regular con el orden esotérico, y, en la medida que ha permanecido auténticamente tradicional, no ha dejado de ejercer en Occidente una función intelectual de un tipo que el tasawwuf califica de “sapiencial”.
Michel Vâlsan, comentando el rito de apertura del Supremo Consejo de la Masonería escocesa, que considera su misión el “discutir y promulgar las leyes”, situaba a ésta en el marco general del la civilización cristiana y de “la organización tradicional del mundo occidental”; a partir de ahí, definía la Masonería en estos términos:
«Lo que dice el citado ritual masónico no puede relacionarse regularmente más que a la función del Santo Imperio. Además, a continuación el texto precisa que el deber de los miembros es “defender los inmortales principios de la Orden y propagarlos sin cesar por toda la superficie del Globo ”. La Masonería moderna ha asumido pues, al mismo tiempo que los vestigios de una jerarquía esotérica, el papel de legislador del mundo, y sabemos con que resultado.» .
Notemos que, por una parte, la Francmasonería está considerada aquí desde el punto de vista de las funciones tradicionales, y no del de la realización iniciática como hace habitualmente René Guénon; por otra parte, que se trata de la Masonería moderna, y por tanto “especulativa”, tal como existe hoy en día. Lo que habla de la importancia que sigue revistiendo esta organización iniciática a pesar de sus debilidades y de la traición de una parte de sus miembros.

Esta importancia adquiere un relieve particular a la luz de la tarea de restablecimiento tradicional emprendida por René Guénon, pues la Francmasonería ha sido un punto de apoyo privilegiado para esta manifestación providencial. El Islam, considerado en su función escatológica, estaba directamente concernido en este restablecimiento, del que era inspiración, y del que, en nuestra opinión, es su culminación. En efecto, constatamos un constante interés por la Masonería en los eminentes representantes de la doctrina akbariana que, desde hace un siglo y medio, se han preocupado por la suerte de Occidente. En primer lugar, el emir Abd al-Quadir el Argelino, que reúne en su persona excepcionales calificaciones; fue uno de los principales intérpretes contemporáneos de la obra de Ibn Arabî, y aparece como un verdadero precursor de la de René Guénon. Sobre la función que asumió respecto de Occidente, recordemos que “su derrota y exilio en Francia fueron para él la ocasión providencial de hacer presente y sensible una cierta Baraka o Bendición islámica en un país que había perdido el recuerdo de lo que una tal “influencia espiritual” podía representar. Unos años más tarde era René Guénon quien asumía su función propia, que tendría la importancia que sabemos desde la perspectiva del restablecimiento tradicional en Occidente” . Desde este punto de vista, es digno de atención que el emir solicitara su admisión en la Francmasonería. Fue iniciado en 1864 en Alejandría por la Logia “Las Pirámides de Egipto”, dependiente de la Logia Henri IV, de París.

A continuación, el relevo fue tomado por el cheik egipció Elîsh al-Kabîr, a quien René Guénon dedicaría El Simbolismo de la Cruz. Al igual que Abd al-Qâdir, este maestro era un gran akbariano; Michel Vâlsan describe su papel en estos términos: «En lo que interesa a Occidente, el Cheik Elîsh parece haber tenido también cierto conocimiento de la situación de la Masonería y de su simbolismo iniciático. Es así que René Guénon nos escribió en una ocasión que el Cheik Elîsh “explicaba la correspondencia de las letras del nombre de Allah, por sus formas respectivas , con la regla, el compás, la escuadra, y el triángulo”.» . Inspirada por el Cheik Elîsh se creó una sociedad que tomó el nombre de “Akbariya”. Se proponía “reunir los amigos y discípulos del Gran Maestro para formar así, si no una relación de fraternidad, sí al menos un acercamiento basado en la solidaridad intelectual entre las dos élites de Oriente y Occidente”. Michel Vâlsan tenía pues fundamento para deducir que este proyecto contenía los términos de una “concordancia doctrinal entre el Islam, por un lado, y el Cristianismo y la Masonería por otro” .
Naturalmente hay que citar además a René Guénon, que fue admitido en 1911 en la Logia “Thébah”. Pese a que puso fin rápidamente a sus actividades masónicas (como más tarde en 1917), desarrolló hasta su muerte una tarea doctrinal sin posible parangón sobre la Orden, sus rituales y su simbolismo. Sería quizá excesivo afirmar que haya animado a sus interlocutores en búsqueda de vinculación iniciática a entrar en la Francmasonería. Pero en cambio no hay duda de que animó a los Francmasones que le seguían en todas las tentativas de operar una recuperación tradicional dentro de la organización a la que pertenecían; no les incitó a orientarse en otra dirección.
Finalmente, hay que mencionar a Michel Vàlsan, de quien a menudo se olvida que fue toda su vida el defensor más ardiente, riguroso, y competente de la obra guenoniana. Aquí también, una fidelidad sin reserva a la doctrina akbariana se ve acompañada de un atento interés por la Orden masónica. Su texto inacabado sobre los Altos Grados del Escocismo sigue siendo el estudio más importante sobre la cuestión tras la desaparición de René Guénon. Hecho tanto más destacable cuanto que nuestro llorado maestro no era masón. Y no sólo eso sino que no aceptaba discípulos masones si no renunciaban a toda actividad dentro de la Orden.

Estos cuatro maestros pueden ser considerados, en uno u otro grado, los representantes de la enseñanza y de la influencia espiritual (baraka) del Cheik al-Akbar. De la misma forma, el aporte doctrinal sin precedente que la Francmasonería recibió gracias a ellos, y del que luego se benefició, fue la ocasión de una renovación en el campo de la Ciencia Sagrada, de la que no tomó la iniciativa, y de la que no era la fuente. Esta situación contingente refleja una diferencia fundamental en el orden principial: la revelación muhammadiana expresada por el Cheik al-Akbar contiene la ciencia esotérica total, que es el único fundamento de la sabiduría y de la luz de la que la Masonería es depositaria. Esta falta de reciprocidad implica una jerarquía, cuya existencia y realidad efectiva es difícilmente admitida por la mayoría de francmasones. Jerarquía que está en el origen de graves malentendidos, y que explica porque la relaciones entre masones “guenonianos” y los que, pertenecientes al esoterismo islámico, representaban el verdadero “Oriente” en el seno del mundo occidental, han sido a menudo difíciles. Establecidas hace más de medio siglo, tienen hoy una historia que no podemos tratar aquí en detalle, ya que habría que dedicar a ello varios volúmenes. Pondremos tan solo de relieve el origen y la significación de estos malentendidos y de las dificultades que han podido surgir, poniéndolos en relación con la obra de los maestros que hemos citado; a continuación, haremos balance del estado actual de estas relaciones, antes de abordar la cuestión esencial: cómo hay que considerar la Francmasonería a la luz de la doctrina akbariana, tal como la hemos explicitado en L’Esprit universel de l’Islam, y en Les sept Étendards du Califat.



(Continuará...)

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